armas y formaciones espartanas


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Hasta la batalla de Esfacteria, en el año 425 a.C., las armas de Esparta se impusieron en Grecia. Todas las póleis sabían que los espartanos eran invencibles. El motivo de esta invencibilidad residía especialmente en la educación que recibían los espartiatas. Fruto de esa educación eran también las armas y las tácticas que emplearon en el combate. En este trabajo nos vamos a centrar en las armas de los hoplitas espartanos. Sin embargo, antes de adentrarnos en la panoplia hoplita, recordaremos algunos aspectos de la formación de estos guerreros.
 
La cultura espartana no se reflejaba en grandes construcciones, sino en los valores personales, una moral del honor en la que eran educados desde la infancia, y en la que vivían hasta el fin de sus días.  
 
Pues si fuera desolada la ciudad de los lacedemonios, y sólo quedaran los templos y los cimientos de los edificios, pienso que, al cabo de mucho tiempo, los hombres del mañana tendrían muchas dudas respecto a que el poderío de los lacedemonios correspondiera a su fama...Dado que la ciudad no tiene templos ni edificios suntuosos y no está construida de forma conjunta, sino formada por aldeas dispersas, a la manera antigua de Grecia, parecería muy inferior. Por el contrario, si les ocurriera esto mismo a los atenienses, al mostrarse a los ojos de los hombres del mañana la apariencia de su ciudad conjeturarían que la fuerza de Atenas era el doble de la real” (Tucídides, Guerra del Peloponeso,  I, 10).
 
 
Los antecesores dorios de los espartanos habían expulsado a los descendientes de Menelao, los micénicos, de la península del Peloponeso. Llegaron a establecer la más extensa de las ciudades-estado griegas.
 
 
La sociedad espartana estaba formada por tres clases de personas: los espartiatas, los periecos y los ilotas. Los primeros eran la clase dominante, los que tenían los plenos derechos de ciudadanía -homoioi, los iguales-. Los periecos, que habitaban los alrededores de Esparta, tenían algunos derechos, pero no los políticos propiamente dichos. Los ilotas eran prácticamente esclavos.
 
 
Precisamente el amplio número de ilotas, permitió a los espartiatas dedicarse plenamente a los ejercicios militares. Estos ejercicios tenían como objetivo convertir a los espartiatas en personas muy disciplinadas, sufridas y de alto valor como combatientes. El adiestramiento en esta durísima vida comenzaba a los siete años. Si nacía un niño deforme o débil era arrojado por una sima de la sierra del Taigeto, de acuerdo con las leyes de Licurgo. La educación ( agogé) del espartano estaba siempre bajo el control de la polis. Los niños vivían en grupos de edad, bajo la dirección de un paidónomo, que les acostumbraba a soportar las más duras pruebas y penurias, incluyendo un rito de iniciación que suponía una temporada de vida salvaje  ( esta prueba recibía el nombre de criptia o escondite: el joven vivía solo y oculto en el campo, como un licántropo), lejos de la ciudad, así como ritos religiosos que ponían a prueba su capacidad para soportar el dolor.
   
“...las nodrizas laconias eran cuidadosas y expertas: en vez de envolver a los bebés que criaban, dejaban sus miembros totalmente libres y al aire; los acostumbraban a no ser difíciles ni delicados con la comida, a no asustarse por la oscuridad, a no temer la soledad, a no ser caprichosos, a no llorar ni gritar.” (Plutarco, Vida de Licurgo, 16,4).
 
 
Otro síntoma de la  ruda vida del espartiata y su educación lo encontramos en el hecho de que si huía de un combate se le declaraba cobarde, y se le cosían unas piezas de tela de colores sobre su tradicional capa púrpura, se quedaba sin derechos políticos, se le privaba de participar en banquetes, no era recibido en las casas de los otros espartiatas y, por supuesto, perdía toda esperanza de casarse con una mujer de buena familia. Una muerte en vida, el más terrible castigo que se podía infligir a un hombre cuyo corazón latía para mantener su honor y el de la ciudad a la que pertenecía.
 
 
Según Plutarco:
 
  “la educación se prolongaba hasta la edad adulta, pues a nadie se le permitía vivir a su gusto, sino que, en la ciudad, como en un campamento, observando un método de vida ya establecido, entregados a los asuntos públicos y, en definitiva, convencidos de que no se pertenecían a sí mismos, sino a la patria, y pasaban el tiempo vigilando a los niños y enseñándoles cualquier cosa honesta...”. ( Vida de Licurgo, 24.1)
 
 
También las muchachas debían someterse a una ruda disciplina, practicando la lucha, el lanzamiento de disco y la jabalina, a diferencia de las mujeres de las otras ciudades de la Hélade:
 
“...evitando la laxitud de una educación hogareña y demasiado blanda, acostumbró tanto a las muchachas como a los varones a aparecer desnudos en las procesiones, a bailar y cantar durante las ceremonias religiosas, en presencia y bajo las miradas de los niños.” (Plutarco, Vida de Licurgo, 16,4)
 
 
 
Ahora bien, en el ejército espartano no sólo se integraban los severos espartiatas, sino también los periecos -que no habían gozado de la misma disciplina militar-. En alguna ocasión también participaron algunos grupos de ilotas. Es decir, se trata de un ejército en el que intervenían todos los habitantes de Lacedemonia. Por esto, el ejército de Esparta era propiamente el de Lacedemonia y de ahí que en los escudos apareciera la letra lambda de Lacedemonia  -y no la sigma de Esparta-. A pesar de todo, el núcleo del ejército era la infantería pesada –hoplítica- constituida por la elite de Esparta.
 
 
Por último, dentro de esta breve introducción debe destacarse que el sistema espartano de conservar pura la elite espartiata, los Iguales –homoioi-, condujo al mayor problema del ejército de Esparta: tener los más aguerridos combatientes, pero...tan pocos. Sirva la siguiente comparación: en la batalla de  Platea (479 a.C.) Esparta movilizó unos cinco mil hoplitas (Herodoto, IX, 28).; en la de Leuctra ( 371 a.C.) apenas llegaban a los setecientos (Jenofonte, Helénicas, VI, 4, 15).
 
 
 
LA PANOPLIA DE LOS HOPLITAS 
 
Vamos ahora a entrar en la parte central de este trabajo, centrándonos en la panoplia de los hoplitas.  
Un dato revelador de la educación espartana, que nos informa de su espíritu guerrero, es que, a diferencia del resto de ciudades griegas, donde cada uno se costeaba su equipo militar, en Esparta era el Estado el que se lo procuraba a los ciudadanos. Desde luego, esto no conducía necesariamente, como veremos, a que el ejército espartano fuera esa formación de infantes uniformados como si se tratara de un moderno ejército; los ajustes individuales en el equipo eran habituales e, incluso, necesarios, ya que la forma de la coraza, por ejemplo, debía ser lo más ajustada al cuerpo de combatiente. Por lo tanto, aunque Esparta proporcionaba las armas, hemos de considerar también que los más pudientes aportasen parte del equipo.
 
 
Los espartiatas, como ya se ha indicado, formaban el núcleo principal del ejército de Esparta: los hoplitas. Esta palabra viene de ta hopla, que significa “hombre armado”; de la misma manera, la denominación que ellos empleaban para designar el escudo era la de aspis, aunque actualmente se le conozca como hoplon –que es propiamente una derivación de “hombre armado”-.
 
 
Otro dato que hemos de tener presente siempre que hablamos de la infantería pesada espartana es que el armamento de un hoplita está pensado para un determinado tipo de lucha: en falange. Más adelante se comentará brevemente en qué consistía el combate en falange; antes veamos las armas que portaba un infante espartano.
 
Herodoto nos informa de que el éxito de los griegos se debe a sus armas y armadura: “Los persas no eran inferiores en valor ni en fuerza, pero a la vez de  un armamento sólido, carecían de instrucción militar” (Herodoto, IX, 62).  
           
Las armas defensivas 
 
El escudo o aspis: es, junto con la lanza, el arma más importante de la panoplia. Se elaboraba con láminas de madera curvadas y encoladas. La parte interior era de cuero. El exterior se cubría habitualmente con una lámina delgada de bronce  -medio centímetro de espesor- . Su peso rondaba los 7 kilos, o incluso algo más. Tenía forma de cuenco -debido a la curvatura de la madera-, y su borde exterior era casi plano, generalmente también reforzado con bronce. El diámetro oscilaba entre 90 y 110 cm.
 
 
El agarre del escudo era una nota muy distintiva del hoplita, ya que no seguía la pauta habitual de la empuñadura central, que tenía que ser sujetada por la mano del combatiente, sino que llevaba un agarre o embrazadera de bronce, en su parte central, lo suficientemente amplia como para pasar el antebrazo izquierdo -los zurdos también, por el sistema de combate de la falange, que luego veremos-,  y la mano se cerraba bien sobre una cuerda, bien en torno a una pieza de cuero en el borde del escudo.
 
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Este sistema de agarre permitía que la mano y la muñeca no sufrieran tanto. Incluso se podía soltar  la mano sin que el escudo se cayese, ya que aún quedaba el antebrazo en la embrazadera central. Sin embargo, resultaba un mal escudo para los combates individuales, ya que apenas permitía movilidad alguna, al ir sujeto al antebrazo, lo que obligaba a tener el brazo permanentemente doblado. Asimismo, como puede deducirse, era muy difícil de soltar con rapidez, lo que suponía un riesgo, en algunas ocasiones, para el hoplita. La célebre frase de volver con él escudo o sobre él también nos ofrece una pista sobre esta dificultad: muchos hoplitas no se podrían desprender a tiempo del escudo para iniciar la carrera de huida, y morirían con él prendido del antebrazo.
 
Por otro lado, el peso, como he comentado ya, obligaba a utilizar todo el brazo para sostenerlo a lo largo del combate. Por la posición del brazo, flexionado en ángulo recto, necesariamente tenía que sufrir un entumecimiento.  
 
Otro inconveniente era el de su tamaño, notablemente grande. Mantenerlo en la posición correcta, sin que basculase, suponía un buen ejercicio de concentración y fuerza. Por esto se utilizaba el hombro, en el que se podía apoyar el escudo cuando el brazo se cansaba. Esta operación se veía facilitada por la forma cóncava del interior.  
 
La rigidez en el embrazamiento del aspis provocaba que el flanco derecho de las falanges quedase más desguarnecido: el escudo se sostenía con el brazo izquierdo, y dada su forma redondeada y el combate en líneas cerradas, generaba una cierta desprotección del flanco derecho.
 
Sobre el esfuerzo de portar el escudo nos ilustra este fragmento de la Anábasis: “Entonces Sotéridas de Sición replicó lo siguiente:
 
 “No estamos en igualdad de condiciones, Jenofonte. Tú vas a caballo y yo estoy completamente destrozado  a fuerza de llevar el escudo” Cuando Jenofonte oyó estas palabras, se bajó del caballo, lo arrastró fuera de la fila y, arrancándole el escudo, prosiguió la marcha con él en las manos lo más deprisa que pudo...”    ( Jenofonte, Anábasis. III, 4, 47-49). 
 
También Tucídides nos relata un hecho que nos da idea de lo molesto que podía resultar el escudo fuera de la propia formación de combate, al narrarnos como los platenses, en el año 429 a.C., durante las Guerras del Peloponeso, con la intención de romper el asedio de los espartanos,  salieron armados exclusivamente con las armas de ataque, mientras los seguían de cerca otros hombres que portaban  los escudos (Tucídides, III, 22)...  
“Para facilitar su avance, otros les seguían, llevando sus escudos, los cuales debían pasárselos en el momento del combate cuerpo a cuerpo.”
 
 
El tamaño del escudo obligaba a reducir su espesor,  unos 1,5 ó 2 cm. Esta delgadez tenía un riesgo: los escudos de la primera línea de choque probablemente se romperían al empuje de la fuerza del enemigo –no olvidemos que su alma era sobre todo de madera-. Si a esto sumamos que las lanzas también se solían astillar en este choque brutal, obtenemos una escena de gran destrucción y violencia en la primera línea de la falange, con hoplitas sin escudos o con ellos parcialmente destrozados, al igual que las lanzas.
 
 
Obsérvese que, por la forma circular del escudo y su diámetro, parece que el escudo se desaprovecha, ya que la mitad izquierda no está delante del cuerpo del hoplita, sino que sobresale de su cuerpo. Esto se debe a la táctica de combate de la falange: la mitad izquierda del escudo protege la parte derecha del compañero de formación. Recordemos nuevamente como la educación del espartano buscaba la integración perfecta de la comunidad de “los iguales”. La formación espartana de combate era un fiel reflejo de su espíritu colectivo, cada hombre no es nada de por sí, sólo el cuerpo conjunto de los homoioi lo es; cada combatiente es responsable de la seguridad no sólo del guerrero que lucha junto a él, sino de todos los infantes de la formación –sus iguales, no lo olvidemos-, puesto una debilidad de uno de ellos podía poner en peligro la formación entera.
 
En efecto, desprenderse del escudo durante el combate era poner en peligro no sólo la propia vida, sino la de todos los miembros de la falange, ya que todos los escudos formaban la barrera infranqueable de la formación. Que un hombre de la primera línea soltase el escudo podía suponer una brecha por donde el enemigo entraría en el cerrado cuadro de hoplitas. Plutarco nos cuenta que los hombres llevan los casos y las armaduras “para cubrirse ellos mismos, mientras que se toma el escudo para la protección común de toda la línea” ( Plutarco. Moralia. Dichos destacados de los espartanos. De Demarato.)  
 
Esta pieza de la panoplia  era también un arma ofensiva, ya que con el escudo se gestaba una buena parte de la táctica de la falange: empujar con todos los escudos a la vez, hasta formar una masa compacta frente al enemigo. Se ha descrito este tipo de combate como una melée de rugby en la que las dos formaciones empujan la contraria.
 
El general tebano Epaminondas, que había perdido su escudo cuando resultó herido en el curso de la batalla de Mantinea, una vez fue trasladado fuera del combate, preguntó si su sirviente había podido rescatar el escudo (Diodoro Sículo, XV, 87, 6). Cuenta también Jenofonte como en el desfiladero de Creusa, el viento arrancó, entre otros bagajes, los escudos de los soldados y los tiró al mar. Tuvieron que dejar los escudos bajo unas piedras, y volver a por ellos más tarde (Jenofonte, Helénicas, V, 4, 17-18).
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  Los escudos espartanos llevaban una lambda, de Lacedemonia, a diferencia de las demás ciudades griegas, en las que cada uno grababa un signo de su elección, aunque más tarde algunas otras póleis siguieron el ejemplo espartano.
 
Plutarco –Moralia- nos indica que las madres espartanas despedían a sus hijos, cuando marchaban a la guerra de esta forma: “Hijo, vuelve con él o sobre él”, y es que los cadáveres se traían sobre los escudos, a hombros de los combatientes que regresaban; asimismo, volver sin el escudo suponía haberlo abandonado para huir más deprisa, y ya sabemos que eso podía suponer la más terrible de las condenas, la pérdida del honor.  
 
 
 
 
La coraza: se utilizó la coraza anatómica de bronce en dos piezas, peto y espaldar. Sin embargo, durante las Guerras del Peloponeso los espartanos ya utilizaban corazas de lino.
La armadura corporal en los primeros tiempos consistía en dos hojas de bronce unidas por los hombros. En la zona de la cadera, el borde la armadura giraba hacia fuera, dándole un aspecto acampanado. Este giro hacia el exterior permitía la movilidad de la cadera. Sin embargo, el cuello y las ingles permanecían sin protección.  figura_4.jpgfigura_3.jpg  
 En el siglo V a.C. aparecieron las corazas más ligeras, en cuero o tejido. Aunque la protección era menor, se ganaba en movilidad. La coraza broncínea debía de pesar bastante, entre 15 y 20 kilos. Se necesitaba ayuda para colocarla. Asimismo, se elaboraba a medida de cada combatiente: nos lo dice Jenofonte en Sobre la Equitación. En la Anábasis también se relata una escena en la que Jenofonte descabalga para tomar el escudo de Sotéridas y con la coraza “soportaba un enorme peso” que le hacía avanzar con gran dificultad (Anábasis III, 4, 47-49). Durante el verano la coraza propiciaba una gran acumulación de calor; a pleno sol, el bronce debía incluso de quemar. A su vez, el lino, cuero o fieltro que se llevaba debajo del casco, la coraza o las grebas, para proteger el cuerpo del combatiente de las rozaduras con el metal,  debía aumentar las dificultades en la transpiración. Debían sufrir sed, debido a la sudoración excesiva; Tucídides habla de “la sed y el sol”. Asimismo, la lluvia aumentaba las dificultades: se empapaban la ropa y los fieltros; el peso de la armadura complicaba el avance por el terreno. 
 
 
Las grebas:  se trata de una protección para la zona delantera de las piernas, que solía cubrir desde el tobillo a la rodilla. Su uso estaba muy extendido entre los guerreros de distintos pueblos, aunque solía ser de piel o tela, como nos cuenta Diodoro Sículo (V,33).
 
Las de los hoplitas eran de bronce, aunque presentan unos orificios en los bordes para sujetar un forro interior que evitara el roce. Con las grebas se conseguía proteger las piernas ya que con el escudo circular éstas quedaban desguarnecidas -de aquí que con los escudos romanos, las grebas fueran desapareciendo-. Nada impedía llevar una sola espinilliera, en la pierna izquierda, como prolongación del escudo, aunque era más común llevarlas en ambas.
            
  figura_5.jpgLas grebas o espinilleras griegas eran del tipo semirrígido: con formafigura_6.jpg anatómica, se ajustaban a la pierna no con correajes –como el tipo rígido- sino como una pinza, envolviendo la pierna casi completamente. Se ajustaban por la elasticidad del bronce. Los orificios que presentan algunas de ellas no servían para sujetarlas mediante cintas de cuero a las piernas, sino para atar algún fieltro protector de la pierna, como acaba de indicarse. Servían tanto para los ataques con flechas que pudiera sufrir la falange, guarneciendo un zona con poco músculo como es la tibia, así como para parar los golpes bajos de espada o lanza en la primera fila de falangitas. Sin embargo, generaban el inconveniente de introducir rigidez en las carreras; de ahí que el estilo de combate de la falange no incluyera este tipo de movimientos rápidos. El movimiento del combate y los golpes recibidos podían deformarlas, lo que aún era peor. Por estos motivos, estas grebas de ajuste directo son sustituidas posteriormente por otras con sujeciones de cuero que, aunque más rígidas, al no envolver la pierna hasta los gemelos, permitían mayor facilidad para la carrera, y era posible desprenderse de ellas cortando los amarres, si llegaban a deformarse.  
 
 
El casco: normalmente de bronce y de tipo corintio. El casco, en este tipo de combate, de encuentros breves pero muy violentos, debía de proteger tanto la cabeza como el rostro.  El casco corintio se solía moldear sobre la base de una única lámina de bronce, lo que requería una gran pericia en el forjado. El interior solía estar forrado, habitualmente con fieltro, con el objeto tanto de amortiguar los golpes como de evitar rozaduras en el cuero cabelludo. Este acolchado se cosía al casco. También se utilizaron gorras de fieltro.
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Su forma es la de un capacete de bronce con perforaciones horizontales para los ojos, y una vertical para la boca y la nariz. No resultaba especialmente pesado, unos dos kilos, pero sí debía ser muy molesto, ya que cubría la cabeza casi por completo, como se ha comentado.  Era muy poco confortable, sobre todo con el calor del verano griego. Asimismo, hay que recordar que los espartanos llevaban los cabellos largos, lo que hacía que llevar el casco fuera todavía más sofocante.
 
Este modelo primitivo sufrió cambios a lo largo del tiempo: se agrandaron las aperturas para los ojos y para la boca. También se practicaron unas aberturas para las orejas. Al agrandarse esas aberturas, se añadió una placa para la protección de la nariz, que en el modelo antiguo quedaba al descubierto.
 
Este casco estaba adaptado al tipo de combate en falange, es decir, permitía ver lo que había delante del combatiente, pero no a los lados, lo que, en principio, no era necesario ya que la falange suponía un muro móvil de hoplitas que se protegían los unos a los otros. También tenía el problema de la audición –de ahí que se le practicaran con el tiempo aperturas para los oídos-, aunque esto no debía conllevar mayores inconvenientes en los choques frontales que eran los más comunes. Como puede verse se trata de un casco para luchar dentro de una formación, ya que no está diseñado para un combate individual, en el que el guerrero debe controlar toda la periferia, y ser consciente de cualquier sonido lateral que le advierta de un peligro.
Debido a que el casco no permitía escuchar las órdenes, éstas se transmitían  mediante trompas o trompetas. Este mismo hecho dificultaba los ataques nocturnos : al no poder oír las órdenes ni ver lo que sucedía a su alrededor, el combate debía desarrollarse con luz suficiente. El combatiente se encontraba realmente aislado, a pesar de situarse en una fila de la falange : apenas oía ni veía nada, y toda la comunicación se reducía a los hombres próximos. 
Cuando el casco era golpeado se movía, y esto provocaba que su visión aún disminuyera más.
 
figura_8.jpgfigura_9.jpgA menudo se adornaban con una crin de caballo, bien directamente sobre el casco, bien con un soporte especial que se colocaba en la parte superior. Ello hacía que el combatiente pareciera más alto y peligroso. Hay que recordar que la mayor parte de los golpes se daban de arriba hacia abajo, lo que beneficiaba a los más altos: la crin ayudaba a provocar este efecto. A su vez, este penacho también jugaba en su contra, al igual que el pelo largo si salía del casco, puesto que podía ser atrapado o engancharse tanto por el pelo como por el penacho. 
En el combate el casco se llevaba completamente calado, pero durante las marchas se solía apoyar sobre la parte superior de la cabeza, dejando la cara al descubierto. Precisamente de esta última forma se derivaron otros cascos griegos que reproducían falsos ojos y nasales, pero que no se utilizaban calados, sino alzados sobre la cabeza.
 
 Además del casco corintio los griegos los utilizaron de otros tipos, como el calcidio, muy similar al corintio, o el ático, con las carrilleras más pequeñas y sin protector nasal.
 
           
 
 
 
 
 
Las armas ofensivas 
 
La lanza o dory: astil de madera, punta de hierro, y normalmente una contera o regatón del mismo metal o de bronce en la parte posterior. Oscilaba entre dos y tres metros y rara vez pesaba más de 1,5 kilos. La lanza tenía unos dos centímetros y medio de grosor.
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En una formación en falange, los hoplitas de las dos primeras filas empuñaban sus lanzas por encima de sus escudos, de tal manera que el infante la llevaba en una posición que se situaba por encima de su propio hombro derecho. Podía golpear así en diagonal hacia abajo. No obstante, también se blandía en horizontal al nivel de la cadera –recordemos que la armadura se doblaba hacia arriba, dejando al descubierto la cadera y las ingles-.
 
El regatón o contera también servía como arma ofensiva, y se solía utilizar para ir rematando a los enemigos que quedaban yacentes a medida que la falange avanzaba. Asimismo, se podía clavar el regatón en el suelo, en los momentos de descanso o en los campamentos. Por otro lado, servía de contrapeso a la punta de la lanza, y permitía que se pudiera empuñar hacia el tercio posterior del asta, lo que conllevaba que sobresaliera más por delante de la formación de hoplitas.
 
Esta forma de utilizar las lanzas no tiene nada que ver con la que luego se emplearía en la falange macedónica, donde las lanzas (sarisas) alcanzaban una longitud mucho mayor, y eran las cuatro o cinco primeras filas las que hacían sobresalir las lanzas por delante de la formación, y al mismo nivel que sus pequeños escudos, sujetándolas con las dos manos.
 
La lanza de los de la primera línea solía romperse -dado su escaso grosor- en el choque frontal; sin embargo, gracias a la puntera de bronce posterior, tramo con el que se quedaría el hoplita en la mano, seguía siendo útil en el combate, al poder utilizar el regatón.
figura_11.jpgComo inconveniente, los hoplitas se encontraban con dificultades de maniobra de la lanza en el seno de la formación de la falange, dada la longitud del asta, de más de 2 metros. La tercera y cuarta filas tenían justo delante el regatón de las lanzas de las dos primeras filas. Había que tener una gran concentración para no herir a los compañeros con la propia lanza. 
 
 
En el calor del choque, rotas las lanzas de la mayor parte de los combatientes Espartanos, iban con la espada desnuda haciendo carnicería en los Persas(Herodoto. VII, 224).
 
 Emplearon primeramente las lanzas, que se rompieron en su mayor parte por los golpes que ellos mismos daban, de tal suerte que se llegó rápidamente a la espada(Diodoro de Sicilia, XV, 86).  
           
 
La espada:  El arma principal era la lanza. Sin embargo, el hoplita también portaba una espada de hierro (xiphos), de doble filo y hoja recta, algo abultada hacia la punta. Su longitud, contando la empuñadura, no sobrepasaba los 65 cm. Solía llevarse colgada de un talabarte, que se sujetaba en el hombro, cruzando el pecho. También utilizaron una espada muy corta, casi un cuchillo, que venía a tener unos 30 cm.
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La espada se utilizaba cuando la lanza se había roto, lo que solía suceder con frecuencia, como se ha comentado, de forma especial en las primeras filas de combatientes. Con la espada se podía cortar el asta de la lanza de los enemigos: al quedarse sin una formación erizada de lanzas, la falange era más vulnerable ante otra formación de falangitas, puesto que las lanzas de esta última impedían acercarse a los combatientes, de ahí la necesidad de cortar las lanzas del enemigo con la espada. De la misma forma que sucedía con la lanza, la lucha con espada beneficiaba a los más altos, por la longitud de sus brazos, que permitía golpear a una distancia mayor del combatiente enemigo.
 
Los hoplitas utilizaron también otro tipo de espada llamada kopis o machaira –que deriva de “cortar”-. Se trata de un arma de un solo filo y con la hoja gruesa curvada hacia dentro. Muy similar a la espada egipcia –jepesh- y a la falcata ibérica.
 
 
            
Otros elementos característicos 
 
El manto: rojo ,llamado tribón, es una de las características del ejército espartano. Lo utilizaban durante la marcha, no en combate. Se trata de un manto amplio y largo.
 
El pelo: solían llevarlo largo, y peinárselo antes del combate.
 
Nos narra Herodoto que los espartanos, antes de la batalla de las Termópilas “..algunos de los cuales se dedicaban a realizar ejercicios gimnásticos, mientras que otros se peinaban” (Herodoto, VII, 208).
 
Llevar el pelo largo era un arcaísmo dentro de las ciudades griegas, y un signo distintivo de los hoplitas espartanos. Los cuidados para el pelo antes de la batalla podían constituir parte de un ritual primitivo, como sucede en esta cita de la Biblia : “En Israel los guerreros se han soltado el pelo” ( Jueces, 5, 2).
 
 
PELTASTAS 
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 La falange no solía actuar sola, sino que era apoyada por otras unidades, entre las que destacan las de infantería ligera, que tan decisivas resultarían en la batalla de Esfacteria.
 
Los peltastas eran en origen tropas de origen tracio, pero con el tiempo el nombre de peltasta designó a este tipo de infantería ligera.
 
Combatían con jabalinas, escudos de mimbre –pelta- y cascos sencillos, generalmente sin carrilleras y sin protector de la nuca.
 
                       
El escudo o pelta era circular o bien ovalado con una escotadura en la parte superior. Se elaboraba con mimbre trenzado y cubierto por una piel de oveja o cabra. Solía embrazarse, no empuñarse, con el fin de poder agarrar con la misma mano un puñado de jabalinas, mientras con la otra se lanzaban.
       
 
 
 
TÁCTICA DE LA FALANGE HOPLÍTICA 
figura_14.jpgLa falange hoplita llega a su madurez en el siglo VII a.C., es el momento de los hombres de bronce. Ya hemos visto como, con el transcurso del tiempo, la falange va aligerando su equipamiento, ganando en movilidad y ligereza. No olvidemos tampoco la terrible incomodidad de llevar armaduras tan pesadas y de metal, con los correspondientes roces sobre el cuerpo y el cansancio que lleva aparejado.  El hoplita no es un guerrero que theatrum belli 6.jpgpresenta combate en solitario, como sucedía con los héroes de la guerra de Troya, sino que avanza en formación cerrada, codo con codo, sin dejar espacios entre los hombres, más que los justos para poder moverse, en densas filas de lanzas y escudos, y empuja a su enemigo, o se planta para resistir el empuje del adversario –recordemos la imagen de la melée de rugby-. Por esto el escudo es un arma tanto defensiva como ofensiva. 
 
 
Tirteo nos describe la sólida formación que constituye la falange: 
 
 Los que manteniéndose los unos cerca de los otros, osan marchar hacia la lucha cuerpo a cuerpo y en las primeras filas, mueren en pequeño número y salvan a los que les siguen; pero los que tiemblan, se quedan sin fuerzas. Nadie puede llegar a enumerar los daños que sufren los que no obedecen. Porque es terrible ver golpear por detrás, entre los hombros, a un hombre que huye durante el combate mortal,  y es una cosa honrosa  que un cadáver esté extendido sobre el polvo, asomando por la espalda la punta de una lanza...Pie contra pie, el escudo apoyado sobre el escudo, penacho contra penacho, y el casco contra el casco, el pecho empujando el pecho de guerrero contra el que se lucha, aferrando en las manos la empuñadura de la espada o la larga lanza… (Tirteo. Fragmentos). 
 
En su Periegesis ( Descripción de Grecia), Pausanias (siglo II d.C.) nos cuenta como en Atenas se mostraban unos escudos de bronce untados con pez, para que el tiempo y la herrumbre no los estropeasen.
 
 
 “Se dice que pertenecieron a los lacedemonios apresados en la isla de Esfacteria(Pausanias, I, 15, 4).
 
 
Hoy en día conservamos un escudo, de casi un metro de diámetro, con lámina de bronce -la base del escudo sería de madera y cuero-, en el que aparece una inscripción que indica “capturado por los atenienses, de los lacedemonios”.
 
 
Tucídides nos informa de la batalla de Esfacteria entre atenienses y espartanos, que se desarrolló en el 425 a.C. En esta batalla, por vez primera, un contingente espartano no sólo fue vencido, sino algo mucho más grave: se rindió. Los griegos descubrieron que los espartanos podían ser derrotados, no eran realmente hijos de los Heráclidas.
 
 
Este fue para los griegos el hecho más inesperado de los acaecidos en el curso de la guerra, pues estimaban que los lacedemonios no depondrían nunca sus armas, ni por hambre ni por ninguna necesidad, sino que morirían empuñándolas y combatiendo hasta llegar al límite de sus fuerzas.(Tucídides IV,40,1).
 
 
Esfacteria fue un combate menor, pero causó una tremenda sorpresa, incluso a los propios lacedemonios, hasta tal punto que los espartanos solicitaron la paz. Aunque Esparta todavía mantuvo su honor durante algunos años, el camino hacia el fin se había iniciado. Tras la derrota de Leuctra ( 371 a.C.) ante los tebanos, Esparta no recobró jamás su antiguo poder; viviría de las glorias del pasado hasta la conquista romana en el año 146 a.C.
 
 
El escudo hoplita es muy rígido en su agarre, como hemos visto. Esto cobra su sentido en la táctica de la falange: sólo desarrolla todo su potencial en una formación cerrada, de un frente continuo de escudos, sin fisuras. Por esto era tan importante no dejar caer el escudo, ya que su pérdida suponía abrir una brecha, y desproteger al compañero de al lado.
 
 
El escudo y la lanza son, por lo tanto, los elementos que más decantan la estrategia de combate de la falange hoplítica. En formación cerrada, y sin correr, habitualmente, debido al peso del conjunto de la panoplia y a que podía moverse sobre el cuerpo del espartano, tal y como se ha explicado, avanzaba hacia el encuentro del enemigo, o bien se plantaba sobre el campo descubierto a la espera del ataque. De aquí el comentario de Herodoto en la batalla de Maratón:
 
“...siendo entre todos los Griegos los primeros de quienes se tenga noticia que usaron embestir de carrera para acometer al enemigo... (Herodoto. VI, 112). 
 
Tucídides nos informa de que al avanzar, las falanges se desviaban ligeramente hacia la derecha. Esto era debido a que cada infante de forma instintiva, trataba de proteger su flanco derecho tras el escudo de su compañero.
 
Todos los ejércitos, cuando se produce la aproximación, tienen tendencia a bascular hacia la derecha, y los dos ejércitos frente a frente desbordan por la derecha el ala izquierda del enemigo. Esto es debido a que cada soldado, temiendo por él mismo, se sitúa lo más cerca posible del escudo del hombre que está a su derecha, para proteger su flanco descubierto y piensa que cuando la línea está más cerrada, más seguro está él. El primer responsable de este movimiento es el cabeza de fila del ala derecha, que siempre quiere sustraer su flanco descubierto a los golpes del enemigo; empujados por el mismo temor, los demás hacen lo mismo.” (Tucídides V, 71) 
           
Al contacto con el enemigo, la falange empujaba con todas sus fuerzas. La primera línea de escudos constituía una muralla móvil, que empujaba y golpeaba con las lanzas. Los combatientes de las filas de atrás empujaban también con sus escudos sobre las espaldas de sus compañeros. En los encuentros muy violentos era común que las lanzas se astillaran y tuviera que recurrirse bien a girarla para combatir con el regatón, bien a desenfundar la espada. Los escudos, de alma de madera, también podían romperse.
 
 
CONCLUSIÓN
 
Pesada, poco confortable, acumulando el calor de una manera casi insoportable, la panoplia estaba muy poco adaptada a los calores del verano mediterráneo. Hacía el combate aún más penoso. Actualmente se ha calculado que el equipo completo del hoplita podría situarse entre los 20 o 30 kilos, incluyendo el escudo, las grebas, la armadura, el
casco, la espada y la lanza. Era un peso tremendo para un hombre del tipo físico griego que podía pesar él mismo unos 70 kilos.           
A lo largo de los siglos en que la falange fue el sistema de lucha de los griegos se observa una tendencia a aligerar el peso de la panoplia de combate. Por ejemplo, las protecciones para los antebrazos desparecieron ya en el siglo V a.C. La carga de los griegos en Maratón nos indica que en ese momento ya habían recuperado una cierta movilidad, probablemente a costa de suprimir elementos de la armadura, o bien de cambiar el metal por otros materiales más livianos; una carrera como la descrita hubiera sido casi imposible para los hoplitas de un siglo antes, encerrados dentro del bronce. Podemos pensar que los hoplitas de las Guerras Médicas y la del Peloponeso no utilizaron elementos de protección para los brazos, los tobillos o los muslos, que sí que se empleaban en los orígenes de la falange. Debemos siempre tener presente que  con el tiempo los hoplitas se iban desprendiendo del metal y de peso en favor de la movilidad.
 
 
Otro dato que avala el peso del conjunto de las armas del hoplita es que era común llevar servidores que transportaran las armas y ayudaran a los hoplitas a vestirlas justo antes de la batalla, y nunca antes, para evitar que el hoplita llegase cansado al choque con el enemigo.
 
 Asimismo, el equipo de los hoplitas no era idéntico, ya que cada hombre solía tener que costearse su panoplia, así que la elegiría a su gusto, adaptándola a sus propias condiciones físicas. En el caso de los infantes espartanos probablemente habría una mayor uniformidad del equipo, ya que éste era proporcionado por el Estado; ahora bien, los espartiatas pudientes es probable que introdujesen su propio equipo, o elementos individuales en las armas que le proporcionaba el Estado. No perdamos de vista que lo ideal en el caso de la coraza y, en menor grado, del escudo, es que se adaptase perfectamente al cuerpo del guerrero. Aunque el equipo de los hoplitas no era tan personalizado como el de los héroes homéricos. Recordemos lo que nos cuenta el vate por boca de Poseidón, que arenga  a los argivos:      
      
 
”Embrazad los escudos mayores y más fuertes que haya en el ejército, cubríos la cabeza con el refulgente casco, coged las picas más largas y pongámonos en marcha...Los mismos reyes –el Tidida, Odiseo y Agamenón Átrida-, sin embargo de estar heridos, formaban el escuadrón y recorriendo las hileras hacían el cambio de las marciales armas. El esforzado tomaba las más fuertes y daba las peores al que le era inferior.” ( Iliada. Canto XIV).      
 
 
       
 
ALGUNAS ILUSTRACIONES COMENTADAS
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En estas imágenes puede contemplarse a dos guerreros hoplitas. El de la izquierda porta una armadura ligera, de lino, y aferra una lanza. Obsérvese el tamaño de la lanza. El de la derecha ya se ha desprendido de la lanza y empuña una espada del tipo xiphos: más abultada por la zona de  la punta. El escudo muestra su habitual aspecto cóncavo: destácase el borde plano y reforzado. Ambos llevan grebs, así como un casco de tipo corintio: en la imagen de la derecha nos apercibimos de la escasa visibilidad que tiene el guerrero.             
figura_18.jpgLa foto de la derecha nos muestra la panoplia compuesta por escudo, casco corintio y espadas. Una de las espadas es del tipo xiphos, y la otra del modelo kopis, muy similar a la falcata.                           
           
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

figura_19.jpg   figura_20.jpg
En las dos imágenes superiores, un casco del
tipo ligero.Ha perdido la protección para el rostro
 
 
theatrum belli 2.jpg
El relieve nos muestra a un guerrero caído en el combate. Aunque se trata de una imagen idealizada, nos  muestra lo difícil que resultaba desprenderse del escudo.       
 
 
 
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 Para terminar, en este vaso podemos apreciar el combate de dos falanges, y su apretada formación. Asimismo, nótese, en la parte izquierda, cómo aparece un hombre tocando una trompa con la que se daban las órdenes, entre las filas de la falange.  
 
 
 
 

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